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Bajo el mismo cielo (Novela) (página 2)




Enviado por Ernest Brandy



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Entre los programas más escuchados y vistos
estaban: "La Tremenda Corte", con Aníbal de Mar, Leopoldo
Fernández y Mimí Cal. Tenía mucha audiencia
al igual que las aventuras mencionadas como "El Llanero
solitario", "Superman", y novelas como "El derecho de nacer",
novela de Félix B. Cagnet, que subyugó a los
radioescuchas, además de los mencionados por
ella.

Adolfo volvió a la carga.

__Tú me conoces bien, Morita.

__Déjala tranquila, Adolfo.__dijo
Richard.

Ella fue más agresiva.

__Tú procura que Batista no se caiga, porque te
van a ahorcar los barbudos de Fidel.__dijo la Mora y
sonrió.

__! A Batista no lo tumba nadie! ¡Ya verás!
¡A esos bandidos les queda poco!

__No le hagas caso a la Mora, Adolfo. Ella lo hace para
fastidiarte.__comentó Ernesto.

Mónica y su amiga Gisela entraron a la sala,
procedente de la habitación de la hija mayor de Richard, y
se sentaron en el sofá.

Gisela era de mediana estatura; rubia de pelo bien
recortado, tés trigueña, ojos negros y senos
pronunciados. Era de esas personas que esperan el momento
propicio para atacar con agravios a sus contrarios. En su
temperamento era visible su comportamiento y ademanes varoniles,
aunque trataba de disimularlo.

__Cristina, cuando estabas fuera llamó tú
hermano de Oriente. —dijo Mónica.

_¿Y qué te dijo ?

__Creo que vienen a la Habana… me parece que por
problemas de salud.

Cristina se asustó. No sabía que su
hermano o alguien de la familia que vivían en Oriente
estuvieran enfermos.

__Ahora estoy preocupada… ¿Indagaste
quién era el enfermo, Mónica?

Richard intervino.

__No te preocupes, Cristina. Después tú
los llamas por teléfono y averiguas.

__Fue muy breve la comunicación y
no…

__Debiste haberlo hecho, Mónica. Son cosas muy
serias. A lo mejor vienen a la Habana con el fin de ver los
médicos—expuso su padre.

Gisela, que sabía de las discrepancias entre
Mónica y su madrastra, atacó.

__Los guajiros cuando vienen a la Habana le cogen miedo
a las luces y los carros. A muchos los ha
matado…

Richard no la dejó terminar.

__A los habaneros también los aplastan los
carros, Gisela. No tienes por qué expresarte de esa
manera. Si es una broma, es de muy mal gusto.

Richard lo dijo visiblemente enojado. En su rostro se
reflejaba lo mal que le había parecido la irónica
jarana de la amiga de su hija. Mónica se sonrojó y
trató de demostrar una seriedad que no
existía.

Cristina ripostó lo dicho por la lesbiana
Gisela.

__Ese guajiro que tú dices, Gisela, vivió
en los Estados Unidos y tú apenas has salido de Lawton.
¿Qué te parece?__comentó enojada.

__Discúlpame, Cristina, no le dije con malas
intenciones.__expresó Gisela y luego ni movió mas
en el sofá; parecía una estatua de sal.

Mónica no necesitó que su padre dijera
otras palabras para comprender que éste estaba enojado con
su amiguita. Mitad asustada, mitad nerviosa, se puso de pie,
salió de la sala, y fue al baño. Cuando
retornó; su amiga, con la mirada, le indicó que se
retiraba. Se puso de pie y como quien teme salir primero porque a
lo mejor los comentarios siguientes tuvieran que ver con ella,
salió escurridiza hasta el portal. Mónica fue tras
ella.

A manera de despedida Gisela tomó las manos de
Mónica entre las suyas. Estaban heladas todavía por
lo que había pasado. Se besaron y las comisuras labiales
estuvieron lo más cerca posible; pero no hizo falta el
beso apasionado en la boca, ni el roce de senos y pezones u
orgasmos inevitables porque eso había ocurrido ya en la
habitación de Mónica.

Gisela se marchó. Un rato después, Adolfo
y Sara se despidieron.

3

Al día siguiente, en la mañana, Cristina
en compañía de Sara fue para Guanabacoa a consultar
a Justino. Frank las llevó en el auto.

De la misma forma que existe el médico de
cabecera, el mecánico preferido para el carro, el abogado
de la familia, el dentista escogido, también está
el espiritista de confianza; el predilecto. Justino era su
médico espiritual.

Era un mulato cincuentón, de ojos verdosos,
labios a lo africano; de cuerpo fuerte, educado, y casi siempre
con la sonrisa a flor de labios. Vivía en una vieja casa
de ladrillos y techo de tejas. Vestía elegante y siempre
andaba perfumado; quizás con el conocido perfume: Las
Siete Potencias.

En el último cuarto estaba su consulta. En la
pared del fondo tenía el altar muy bien atendido donde el
viejo Lázaro presidía en lo más alto del
mismo. Luego, en los escalones siguientes: La Negra africana,
Santa Bárbara, Eleguá, la Virgen de la Caridad del
Cobre, San Rafael, médico divino y una réplica del
crucificado.

Al lado del altar, en el piso de tierra, la nganga: un
caldero con huesos humanos extraídos secretamente del
Cementerio de Colón, pedazos de carbón, fragmentos
de palo de monte y otros objetos más.

Sara se había quedado en la sala ojeando una
revista "Vanidades" en busca de unos modelos de vestidos para el
invierno.

Justino colocó un vaso con agua sobre la mesa;
una vela encendida y las cuatro chavaletas, hechas de cascarones
de coco seco, envueltas en un paño blanco impecablemente
limpio.

El mulato se ató un pañuelo rojo en su
cabeza.

Antes de comenzar la consulta, Justino y Cristina
charlaron sobre el signo zodiacal que le correspondió a
Charito.

__Cristina, ella es libra.

__¿Y qué ventajas tiene mi niña con
ese signo astrológico, Justino?

__Bueno será inteligente, refinada y una persona
muy social. Como se relaciona con Venus, será muy
romántica aunque no se dejará dominar por las
pasiones físicas.__dijo el mulato haciendo gala de sus
moderados conocimientos de Astrología.

__Eso es bueno, quiera Dios que sea
así.

__Y le va a gustar el arte, sobre todo la
pintura.

Cristina sonrió.

__! Qué casualidad, tú sabes que a mi
gusta la pintura, aunque no me dedico a eso!

__Así es la vida. Si fuera hija natural tuya,
diría que lo heredó. Bueno vamos a los santos. La
niña tendrá un gran espíritu protector: la
Negra Africana. La estoy viendo, es alta, fuerte, de
carácter recio y lleva puesta unas argollas de plata pura.
Viste con falda negra y la blusa es roja. Me dice que la va a
proteger toda la vida. Hay algo muy importante: dice la Negra que
ella también nació en una Ceiba. Fíjate que
casualidad, ella nació en un árbol de esos en los
que tú encontraste a tu Charito. Ambas están
relacionadas con Iroco. La Ceiba es Iroco.

__Ojalá la proteja siempre.__dijo
Cristina.

Justino desenvolvió el paño blanco,
tomó en sus manos las cuatro chavaletas y las puso sobre
la mesa que estaba cubierta con un mantel blanco. Luego
cogió el vaso de agua y echó un poco en la tierra.
Después hizo una imploración en lenguaje yoruba.
Tocó tres veces el suelo con su mano izquierda.
Volvió a implorar. Mientras lo hacía, golpeaba el
borde del vaso con las chavaletas.

Terminado el ritual, lanzó las mismas sobre la
mesa. Las cuatro cayeron bocarriba.

El místico mulato exclamó: _
¡Alafia!

Cristina estaba muy atenta. Desconocía el
significado de la palabra. Le pareció santa.

__Obatalá, Changó, Orula, y hasta
Babalú me dicen que habrá paz y prosperidad entre
ustedes. Te irá bien en la crianza de la niña.
Durante siete jueves reza dos Salve y cuatro Ave María en
la iglesia de las Mercedes.

__Quiera Dios que así sea, Justino. Haré
lo que tú me indicas.

__Yo no; lo que te dicen los santos, mujer.

El palero después de dar varios golpecitos en el
borde del vaso con las cuatro chavaletas las lanzó de
nuevo. Tres cayeron hacia arriba, una hacia abajo.

__! Otawa! Si. Me dicen los santos que desde luego
siempre habrá contratiempos, pero no te
preocupes.

Volvió a tirarlas nuevamente. Dos cayeron hacia
arriba y dos hacia abajo.

__! Eyeife! Dicen los guerreros que habrá mucho
bien, y grandeza aunque no faltarán los enemigos, Hermana.
Haz una pregunta mentalmente. Cuando la hayas hecho me
avisas.

Ella estuvo unos instantes pensando y luego
contestó:

__Ya.

__Bien, vamos a ver qué dicen los
santos.

Lanzó las chavaletas y tres cayeron hacia arriba
y una hacia abajo.

_Uhh ¡Otawo! –Changó, Inlé,
Ochún y Yemayá dicen que sí a lo que
preguntaste. ¿Estás complacida?

__Sí. __después sonrió.

Justino lanzó de nuevo las chavaletas. Una
cayó hacia arriba y tres hacia abajo. La cara del palero
de Guanabacoa cambió.

__Uhhh ¡Okana! ¡Okana!. Carai. ¡Letra
mala!

Cristina se asustó. El imploró en lengua
yoruba. Tiró un poco de agua al suelo y lo tocó dos
veces. Asentía con su cabeza donde ya había cayos
blancos.

__No es la niña. Algo malo va a suceder
quizás a alguien allegado a ti. Alguien está en
aprietos.

Cristina estaba visiblemente preocupada. Recordó
lo de la llamada que le hicieron desde Oriente.

__Ahora estoy muy preocupada. A lo mejor es en mi
familia de Oriente. ¿Qué será?_en su rostro
se dibujó la incertidumbre.

Justino no hizo comentario alguno. Repitió el
lanzamiento y las cuatro chavaletas cayeron hacia
abajo.

__Los santos no se equivocan. Hay alguien que no anda
bien y es necesario hacerle urgente un trabajo y limpiarle con
gallo negro delante de Eleguá.

__Pero es que están muy lejos de aquí
y…

__Eso no importa. Por allá hay muy buenos
paleros, Cristina. Llámalos y díselo.

__Ellos piensan venir a la Habana.

__Bueno, si vienen me los traes, pero yo no te he dicho
que son ellos. De todas formas ya veremos.

La consulta continuó. Cristina hizo algunas
preguntas más sobre Charito y Justino le hizo varios
comentarios importantes sobre ella.

__Hermana, esa niña va a tener una gracia muy
grande me dijeron los santos. Ellos no se equivocan… y
cuando dicen una cosa, afírmala. Ella va poder percibir y
ver cosas que van a pasar y que están fuera de su
alcance.

__Justino, me asustas. Es que ella va a
ser…

__No te digo que va a practicar esto como yo, pero veo
que va a tener virtudes especiales. Le van a llegar cosas que
estarán al margen de sus sentidos. Y eso le va a suceder
temprano en su infancia.

Cristina estaba visiblemente asustada.

__¿Y si le hace daño?

__Si viene de Dios y de los santos, no le hará
daño alguno. Te lo aseguro, mujer. Cuando tú veas
cosas extrañas en ella, no te asustes ni le hagas pregunta
alguna. No le hará bien.

__Bueno, está bien, me llevaré por ti.
Dios sabe lo que hace. ¿Y de lo otro?

__No te preocupes, no te la va a quitar nadie. De su
madre no te voy a hablar, no vale la pena. Además su madre
ignora quien la tiene. Jamás te quitarán a tu
Juanita de Arcos.__Justino lo dijo y sonrió.

__¿Por qué me dices eso?__ella
también sonrió.

__Sabes quien era. Ella creyó que oía la
voz de Dios. Veneró mucho a Santa Catalina de
Alejandría y a Santa Margarita y juraba que oía sus
voces en sus oídos durante toda su vida. Esas voces le
dictaron todo lo que ella hizo por su país. Tu niña
también las escuchará.

Cristina entonces hizo su aporte al tema pues ella
había leído algo sobre la heroína francesa
cuando estudió magisterio en Santiago de Cuba.

__Fue un crimen lo que le hicieron cuando un tribunal
eclesiástico la llevó a la hoguera acusada de
herejía y brujería.

_A la iglesia le pesó después lo que
hicieron con ella._expuso Justino.

Luego charlaron sobre otros asuntos ajenos a la consulta
espiritual que ya había terminado y Cristina se
despidió. Sara y ella retornaron a Marianao. Tras la
frase: "supongo que te haya dicho cosas buenas" dicha por la
Mora, Cristina le contó a su amiga todo lo que Justino le
dijo.

4

Hay golpes en la vida que llegan sin avisar. Muchos no
están preparados para recibirlos. Cuando nos llegan,
entonces nos damos cuenta de la capacidad o incapacidad que
tenemos para enfrentarlos y reponernos.

Alicia, empleada doméstica de la casa de Richard
y Cristina, de repente había perdido a su padre. Ella no
era de esas personas que llevan dibujados en el rostro sus
sentimientos pero lo sintió como siente todo el mundo, y
lo lloró mucho en los últimos momentos ante la
sepultura. Se había marchado el penúltimo mortal de
su corta familia. Ahora se quedaba sola, pues su hijo
Andrés vivía en la Calzada de Luyanó con su
esposa. Su madre había muerto cuando a penas ella era una
adolescente.

Gerardo, su padre, por uno de esos azares del destino
era tocayo del entonces Presidente de turno el dictador Gerardo
Machado. Era por eso que a él le gustaba más que lo
llamaran Gero. Siempre fue pobre, pero en las malas y en las
peores jamás cambió su moral por dinero.

Cuando las economías se trastornan vienen las
crisis, pero éstas están diseñadas para los
desposeídos, o como dicen algunos economistas de
pacotilla: "las personas de bajos ingresos". En realidad son los
pobres y desgraciados. Los que no tienen ni dinero, ni comida, ni
techo, ni santo que los proteja.

Gero y su familia vivieron incluso en el Barrio Las
Yaguas. En el 26 un ciclón, que los viejos habaneros no
han podido olvidar, arrasó con todo y su pobre vivienda
desapareció. Ese huracán azotó a Cuba del 19
al 20 d octubre de ese año. Cruzó por la provincia
de la Habana e hizo estragos horribles. Arrasó poblados
enteros; destruyó edificios, casas y hubo más de
600 muertos.

Tras la desgracia vino un poco de suerte ya que el
gobierno de Machado en noviembre del 27 hizo un sorteo para
entregar veintidós casas en la zona de Marianao. Gero
acertó y obtuvo una de esas viviendas.

Posteriormente Machado construyó varias
fábricas y un caserío para los trabajadores de las
mismas en la zona de Rancho Boyeros. Los terrenos donde se
hicieron esas construcciones eran de su propiedad y parte de sus
grandes negocios.

Entre las fábricas construidas estaba la de
tabacos en la que Gero consiguió empleo a través de
un amigo suyo.

La casa que le dieron a Gero poseía un portal
reducido; dos habitaciones, una sala comedor pequeño,
cocina estrecha y un baño también estrecho. Por
dicha vivienda pagaba un alquiler de nueve pesos. Cuando dejara
de trabajar en la fábrica tenía que entregarla.
Allí vivieron varios años, y en ese tiempo la
situación económica de la familia
mejoró.

Tres días después, no de la muerte y
resurrección del crucificado, sino de la pérdida de
Gero, Alicia se incorporó a su trabajo en la casa del
Doctor Richard.

Cristina, su suegro, Charito y el hijo menor del Doctor
Richard andaban de paseo. Mónica estaba en la universidad.
Alicia trajinaba en la cocina, pero de vez en vez observaba a
Richard que estaba sentado en una de las amplias butacas
tapizadas en rojo que había en la sala. Se mostraba
apesadumbrado, meditabundo e inmóvil.

Tenía sus ojos cerrados, pero veía la
oscuridad. En la oscuridad de sus ojos fue apareciendo la figura
soñada; deseada, moviéndose junto a él en
escenas morbosas y pasionales. La oscuridad de sus ojos era
silente, pero estaba llena de vida. Delante de sus ojos cerrados
había un espejo en el que veía a su Zulema,
conversaba con ella, la tocaba, respiraba su perfume natural y
sentía el calor de su piel en sus sentidos. Escuchaba su
voz en sus oídos describiéndole sus
sentimientos.

Alicia fue hasta él con una taza llena de
café. La taza era blanca con bordes dorados sobre un
platillito grisáceo. Siempre le servía en ella.
Richard interrumpió su meditación e ingirió
el humeante líquido oscuro, bautizado por muchos como "el
Néctar Negro de los Dioses Blancos."

El trató de ser jovial con Alicia, pero estaba de
ánimos caídos. Ella, con las sonrisa perdida por la
muerte de su padre, se dio cuenta una vez más que uno no
tiene conciencia exacta de cómo es la gente en realidad,
pues viéndolo así y sabiendo como era el
temperamento de Richard, pues le parecía mentira su
comportamiento.

__Siéntate, Alicia.

Ella se sentó en la butaca que estaba frente a
él. Se percató de que el Doctor tenía
necesidad de desahogarse.

__Dime.__el monosílabo abrió las puertas a
la confesión.

_Te siento ahí en la cocina haciendo tus
quehaceres, quizás pasando por alto tus problemas, Alicia,
sin embargo yo no fui hoy a la clínica porque no tengo
deseos ni voluntad para trabajar.

_Pareces que tienes una resaca de amor. Tienes a esa
bailarina metida en tu mente de mala manera. Me parece que desde
hace ratos, estás bailando con ella en tu
imaginación._dijo Alicia.

_Si. Anoche la vi en la televisión. Estaba en el
coro de bailes del programa "El Casino de la Alegría." _lo
dijo y su mirada y su mente se perdieron; parecía que
vagaba entre los astros.

_Por eso estás así. Es bonita y tiene muy
buen cuerpo…y como baila con tantos…bueno, eso es
lo que te tiene loco.

__Zulema es hermosa y muy seria. Cualquiera que la ve
con esas vestimentas que usan en su trabajo se equivoca con ella.
¡Baila muy bien, Alicia!

En Alicia resucitó la sonrisa.

_Estás muy enamorado de ella aunque…bueno
dice Gardel que veinte años no es nada y es lo que le
llevas a ella. A pesar de todo te ha sido fiel. —lo dijo
asintiendo con su cabeza como reafirmando a sus
palabras.

Alicia conocía de esas relaciones desde los
primeros momentos, pero no era de esas empleadas
domésticas que acostumbraban a mezclarse en los asuntos
personales de los dueños de la casa. A muchas eso les
costó su trabajo.

Richard se acomodó en la butaca y tras un
resuello intenso confesó:

_Mi problema es como voy a resolver todo esto. Yo la
quiero, pero Cristina ha sido muy buena y me ayudó a criar
los muchachos. No somos marido y mujer pero…

Ella interrumpió.

_¿Crees que la edad un día no determine
?

__En cuanto a la edad, Zulema dice que a ella no le
importa eso. Lo que le interesa son mis sentimientos y mi
amor…y desde luego mi trato. No le interesa, incluso, mi
dinero.

_Ustedes los hombres todos son iguales, por eso no me
caso jamás.

Lo dijo y recordó a su único esposo, que
siendo ella muy joven, se entregó a él en cuerpo y
alma y… todo terminó a golpe de amantes y
borracheras.

_No me juzgues mal.

_Pero, Richard, analiza las cosas como son, no como
tú quieres que sean. Cristina es…

_Se lo que me vas a decir. Pero es difícil todo
esto. Amo a Zulema. Cristina está tan dedicada esa
niña, de tal manera, que no tiene en cuenta al mundo que
le rodea. Tiene su mente ocupada en ella y no piensa en
eso._cuando lo dijo sonrió. Al parecer estaba recuperado
del estado en que se encontraba.

_Creo que a ella hace mucho rato que no le interesa esa
relación que tienes con la bailarina.

_No creas; en lo más profundo de su alma eso la
hiere. Lo percibo. Tengo la sensación de que si rompo con
Zulema eso la haría feliz.

_Estoy segura que ella todavía te
quiere.

El sonido del auto de Richard acercándose a la
casa dio por terminada la conversación. Momentos
después estaban todos en la sala de la casa. Cristina fue
hasta la habitación de Charito para dejarla en su cuna
pues estaba dormida.

5

Richard se vistió elegantemente, se
perfumó con Canoe, su perfume favorito, y salió
hasta su auto. Momentos después iba rumbo a casa de
Zulema. El aire frío de diciembre que cubría el
lóbrego anochecer lo obligó a abrigarse hasta el
cuello y subir el cristal de la ventanilla.

De no existir las luminarias de los establecimientos
públicos; edificios multifamiliares, calles y avenidas, el
manto gris que cubría el cielo hubiera oscurecido la
ciudad.

Cuando se conocieron, ella vivía en Casa Blanca,
pero a Richard no le gustaba aquel contaminado y grisáceo
lugar. Por eso le compró un apartamento en Galiano,
rodeado de establecimientos comerciales y edificios bien
iluminados.

La madre de Zulema estaba en los Estados Unidos de
visita en casa de un hermano que residía en Tampa, por lo
que la bailarina estaba sola. Esa noche no tenía que
trabajar en la televisión y determinó dedicarle
todo el tiempo a Richard; Riqui, como ella lo llamaba
cariñosamente.

El auto del doctor entró en el garaje del
edificio y luego ella lo recibió en la puerta de su
apartamento en la segunda planta.

Estaba de pie frente a él; como siempre, con su
bata de dormir que traslucía la figura de su cuerpo.
Richard la miró de arriba abajo y absorbió con la
mirada todos sus contornos. No era necesario adivinar sus carnes,
ya las tenía dentro de sus ojos. Su pelo lacio;
castaño claro, caía sobre sus senos y su espalda;
sus ojos pardos pequeños, con largas pestañas y
cejas espesas, su boca de labios carnosos, los senos empinados y
duros; su cuerpo de bailarina, bien proporcionado, donde la
redondez de sus muslos y las piernas y sus buenas caderas,
conformaban la armonía de ese tipo de mujer hermosa en la
que la naturaleza no exageró, sino actuó con
relativa exactitud.

Estaban a la distancia de un beso o una caricia, pero en
el amor no todo consiste en mirarse el uno al otro; por lo tanto
el beso no se hizo esperar. A ella le había dado tiempo
cerrar la puerta. De nuevo el abrazo y el beso largo y
encendido.

__! Mi faraona!—así le llamaba en ciertas
ocasiones y a Zulema le gustaba quizás porque pensaba que
las faraonas eran las mujeres más bellas del mundo por su
condición de esposa del hombre más poderoso: el
Faraón.

__Al fin llegaste. Ya estaba impaciente._en su rostro se
dibujó la alegría de siempre. El deseo había
aparecido de antemano.

Ella se descolgó y la mirada de Richard le indujo
la idea de ir a su cuarto. Richard se quitó el abrigo y lo
puso sobre una pequeña mesa de noche que estaba junto a la
cama.

_Hace frío en la calle. No sé, como puedes
andar con esa bata tan fina, Zuly.

_Me la pongo solo cuando tú vienes. Sabes que no
soy friolenta. —lo dijo con doble sentido…o mejor
dicho con el único sentido que él
percibió.

_Lo sé.__replicó él y sonrió
con picardía.

__ ¿Qué quieres tomar?

__Dame un trago de Carta Bacardí.__era su bebida
predilecta como buen cubano.

Zulema salió del cuarto y mientras caminaba
sentía la mirada de Richard pegada a su cuerpo.

Al cabo de unos instantes regresó con dos vasos
conteniendo el licor.

El doctor se había quitado la camisa, el
pantalón y los zapatos. A ella, como siempre, le
impactó la desnudez de su hombre. Recorrió con la
mirada toda su anatomía, luego el brillo de sus ojos
pardos se cruzó con la mirada llena de sensualidad de
él.

De golpe ella se desnudó totalmente.

En un radio RCA-Víctor que estaba junto a la cama
se escuchaban, unos tras otros, instrumentales trasmitidos por
Radio Enciclopedia Popular.

Estaban desnudos.

__Vas a tener que usar un azabache para que no te hagan
mal de ojos. —dijo él y sonrió. Ella
también.

__No seas exagerado. Tú estás muy guapo.
Me gustas mucho. Tienes la piel de un hombre de veinte. Se que le
gustas a ciertas enfermeras del hospital, pero…

_No seas tonta, para mi solo existes tú.__lo dijo
y luego la besó en las mejillas.

__¿Cómo van las cosas, Riqui?

Richard sabía el contenido de la
pregunta.

__Bien. Como yo esperaba.__suspiró.

Zulema lo miró tratando de entender lo que
él quiso decir, pero lo que Richard dijo después,
le ahorró transitar entre los extremos de escuchar y
entender.

_Se ocupa todo el tiempo de Charito. La ha convertido en
la reina de la casa. Incluso duerme con ella muchas
veces.

Cuando lo dijo produjo satisfacción en el rostro
de la bailarina.

_ Me alegro. Te quiero solo para mí. Jamás
te compartiré. Yo soy solo tuya.

El sonrió cuando Zulema dijo aquello con
encantadora ingenuidad.

__Sabes muy bien que, aunque tú y yo no vivamos
bajo el mismo techo, somos marido y mujer. Te vi bailando en el
programa "El Casino de la Alegría" y me gustó
mucho, pero no te lo voy a negar sentí un poco de celo
por…

__Los que bailan conmigo son solamente mis
compañeros de trabajo y me respetan. Cuando alguien trata
de decirme cosas que no me gustan, lo pongo en su lugar. Eso
tú lo sabes.

Era muy hermosa físicamente, pero su mundo
interior también. Y no es que fuera uno de esos personajes
principales de novelas y películas que el escritor los
dota de todos esos atributos, no, es que Zulema era así.
Una de sus principales cualidades era su determinación, su
firmeza, para tomar decisiones. Su carácter alegre, su
personalidad atractiva y su magnetismo personal le daban la
posibilidad de ganar amigos sin hacer esfuerzo alguno. Richard
había comprobado, en los dos años que llevaba con
ella, que ésta era sincera y fiel; y sobre todo incapaz de
cualquier bajeza o una mala jugada. Pocas veces la había
visto irritada, y cuando lo hacía, esa expresión de
su temperamento era de poca duración.

¨ Basta de charla¨_pensó, y como toda
mujer coqueta, hizo uno de sus rituales: llevó uno de sus
dedos a su boca, lo mojó en saliva y luego tocó el
labio inferior de él. Richard se sintió provocado.
Como estaba muy próximo a ella, podía respirar el
olor de su piel; ese olor singular que producen las emanaciones
de la hembra colmada de deseos.

Volvieron a tomar. El miró su vaso y ella
intuyó la orden de volver a llenarlos y así lo
hizo. Una suave melodía de Frank Purcell salida del radio
magnetizó el ambiente.

Richard estaba acostado bocarriba y ella comenzó
a besar su pecho y luego su cuello y su boca.

Como siempre, ella cogió su pelo; formó un
mechón con una de sus manos y se lo pasó por todo
el cuerpo a su hombre. Luego, se acostó sobre él y
comenzó a besarlo con endiablado deseo. De la boca fue al
cuello, del cuello a la boca de Richard nuevamente y éste
comenzó a sentir que sus sentidos se dislocaban a causa de
las caricias de la candente y bien manejada sensualidad de
Zulema. Las respiraciones se agitaron y la pasión y los
deseos también.

El la acostó bocarriba y tomó las riendas
del poder. Le llenó el rostro de besos; lamió con
ternura los lóbulos de sus orejas, el cuello sus mejillas.
Fue a los senos duros y desafiantes de Zulema y lamió con
dulzura sus pezones una y otra vez y dio suaves mordidas en
ellos, luego lo hizo en el vientre. Besó sus muslos y los
lamió. Ella sintió la saliva que la lengua del
médico iba dejando en el recorrido sobre su piel. La
viró de espaldas e hizo lo mismo. En las carnes de Zulema
quedaron impresas las marcas oscuras del deseo y la
desesperación sexual.

_! Mi Faraona! ¡Mi reina!…!Como me gustas!
¡Me vuelves loco!…

Se movió a todo ritmo sobre el cuerpo de Zulema
ya fuera de sus cabales. Ella jadeaba, suspiraba, emitía
quejidos excitantes que pusieron a Richard a punto de perder
totalmente el control. Estuvo punto de llorar de
placer.

__ ¡Aaay! ! Vírame ya, chico! ¡No
resisto más!—lo pidió, lo imploró con
desesperación.

El obedeció; también lo deseaba y se le
echó encima. Estaban frenéticos. Zulema
separó sus muslos y el envió lo mejor de su sexo al
interior de ella. Zuly levantó sus muslos y con sus
piernas abracó el cuerpo de Richard. El se movió
con fuerza, serpenteó sobre ella como animal hambriento.
Decía frases excitantes en el lenguaje del sexo. Se
movió al ritmo de los impulsos sexuales. Zulema
tenía sus ojos cerrados, el seño fruncido y en su
boca había aparecido esa mueca que produce el placer
intenso que luego desapareció de sus labios porque dijo
palabras encendidas. Y como todos los caminos del sexo fuerte
conducen al orgasmo, estos llegaron casi al unísono en
ambos. Tras los espasmos quedaron tendidos e inertes unos
instantes.

Ella se sentió satisfecha, débil y sobre
todo feliz. En esos instantes era la hembra vencida por los
deseos y las manipulaciones implacables del macho que tanto le
gustaba. Cada vez que Richard hacia el amor con ella lo valoraba
como el mejor; como el más intenso de todos los
hombres.

Tras el retorno a la realidad y cierta
recuperación, ella fue en busca de la bebida predilecta de
su amante. Volvió y brindaron acostados. Zulema tuvo todo
el tiempo uno de sus muslos sobre los de Richard. Recostados al
respaldar de la cama conversaron. La respiración
todavía era intensa en los dos.

Tomaron. La noche estaba fría y ya los cuerpos
habían recobrado la normalidad por lo que Zulema se
cubrió con una frazada que estaba doblada debajo de las
almohadas.

_Eres la mejor del signo de Leo.

_No seas exagerado, Tareco._así le decía
muchas veces.

_Para mi lo eres. Eres única.

_ Dicen que el amor es ciego.

__La verdad es que cuando estoy contigo siento el deseo
de decirte esas cosas. Olvido todo…hasta los problemas
familiares.

Ella entonces cambió el rumbo de la
conversación.

__Te has puesto a pensar, Richard, que un día
aparezcan los padres de esa niña._el tema estuvo muy
alejado de lo que habían vivido hacía unos
instantes.

__Cristina se volvería loca. Creo que no hay
quien se la quite. Ha convertido a Charito en la reina de la
casa. Además pienso que la madre de esa niña sabe
que la tenemos nosotros pero no le conviene hacer
reclamación alguna por ahora.__dijo y encendió un
Regalías el Cuño. El humo salió de su boca
impregnado de olor a licor procesado en su estómago. A
ella el aliento etílico de su hombre le
gustaba.

Volvió su rostro hacia él y le
pellizcó suavemente su cara. Ese gesto de cariño lo
practicaba mucho con Richard.

__De todas formas es un riesgo que corren. A lo mejor
cuando ella sea una jovencita, o quizás mujer, eso suceda.
De esas historias hay muchas.

__No pienso en eso. Si sucede, ya veremos qué se
hace.

Ella determinó no hablar más del
asunto.

__¿Quieres comer algo, amor ?_lo dijo y le
besó en las mejillas.

__No tengo hambre. Quisiera tomar algo
frío.

__En el refrigerador hay refrescos Materva y
Coca-Cola.

El sonrió, pero ella no acertó sobre el
motivo de su risa.

_¿De qué te ríes ?

__¿Sabes cómo le dicen a la Materva en el
interior del país?

__No se.

__Le dicen: "revienta guajiro"

Ambos rieron.

__Seguro es porque la Materva viene en una botella
grande, más grande que la Coca-Cola, el Iromber y otros
refrescos.

_Así mismo es. Tráeme una y un
vaso.

Ella se destapó pero se puso nuevamente la fina
bata de dormir debido a la frialdad de la noche. Salió
rumbo a la cocina y al cabo de unos instantes estaba frente a
él de nuevo con el refresco, que una vez en el vaso,
él fue ingiriéndolo poco a poco. Por el color de la
Materva y la espuma en el vaso, parecía que estaba tomando
cerveza. Zulema se acostó junto a él.

__¿Has sabido de tu madre?_preguntó
él.

__Si. Me llamó ayer. Esta muy bien y sobretodo ha
paseado mucho. Dice que allí en Tampa está haciendo
mucho frío. Creo que esta semana la van a llevar a Miami a
casa de unos parientes y para que conozca aquello. He oído
decir que en Miami hace frío también.

__Así es. Yo se lo que es eso.
¿Cuándo viene?

__No se; no me dijo. Ojalá esté más
tiempo, así podemos estar solos ¿no crees?_lo dijo
con un poco de picardía.

__Claro, mi faraona. Me gusta estar solo contigo, lo
disfruto más.

_¿Cuándo podremos vivir juntos?
Sueño con eso, pero…

__Nadie sabe.

Ella lo abrazó fuerte y pegó su cabeza al
pecho de Richard.

__Yo soy tu Cleopatra…y tú mi hombre, mi
Rey.__lo dijo con tanta ternura que a Richard se le hizo un nudo
en la garganta.

__Tú eres más bella que Cleopatra. Al
menos no tienes que hacer los remedios que ella hacía para
lucir más bonita.

__¿Qué hacía?

__Se bañaba su cutis con leche tibia. Dicen que
es muy bueno.

__Yo debería hacerlo.__dijo sonriendo.

__No lo necesitas._cuando lo dijo le acarició la
barbilla con la nariz varias veces. Ella pensó en el beso,
pero no cuajó.

__.El único remedio que hago es para mis
uñas. Como se me ablandan. Mi madre me
enseñó que me untara aceite de oliva mezclado con
sumo de limón.

_¿Y te ha dado resultados?

__Si.

__Volviendo a Cleopatra, _dijo Richard_ olvidaba decirte
que ella no era tan bella como dicen algunos. Al menos su nariz
era fea. No era bella ni mucho menos; además dicen que era
irresistible con los que convivían con ella. Lo que pasaba
era que su conversación y su manera de andar eran muy
atractivas. Caminaba con mucha gracia. A ti te sobra todo eso,
Zuly.

_No seas exagerado, mono. __Zulema bostezó_ Tengo
sueño, así que…

El interpretó lo demás.

No se cansaba de contemplarla. Acarició
suavemente el lunar que ella tenía en su muslo derecho. Lo
besó.

_! Cómo me gusta ese lunar tuyo!

Lo saqué de mi abuela. Yo no la conocí.
Dice mi madre que era muy bonita y muy buena. Tuvo que luchar
mucho para criarlos a ellos. Eran cinco hermanos y mi abuelo
había muerto en una reyerta ya que tomaba mucho y era
medio bronquero.

_¿Y cómo se las arregló para darle
comida a sus hijos?

La pregunta indagaba el pasado de la difunta abuela. A
Zulema no le daba pena hablarle del asunto pues la confianza que
tenía con él anulaba cualquier
desvergüenza.

_Tuvo que vender su cuerpo para criarlos. Según
mi madre, mi abuela bailaba muy bien. Tenía fama de buena
bailadora. Me contó que en Infanta y Carlos III
había un salón de bailes públicos y ella iba
mucho a allí. A los buenos bailadores les gustaba
acompañarla. Mi abuela Celia trabajó en el
Café "Vista Alegre" en Belascoaín y San
Lázaro. Luego fue para San Isidro.

__Entonces ella fue… prostituta en San Isidro _
lo dijo con sumo cuidado como para no herirle los sentimientos,
pues al parecer, Zulema se enorgullecía cuando hablaba de
ella.

_Si. Ella hacía eso en San Isidro,
pero…

__A lo mejor fue explotada por el chulo de Yarini. A
este sujeto le decían el Barba Azul cubano. Fue
célebre en su oficio y tuvo muchas casas con prostitutas
que trabajaban para él en los prostíbulos de la
calle San Isidro.

__Mi madre me ha hablado de él. Según ella
me contó, mi abuela fue amante de un tal Ricardo
Suárez que era un hombre rico y también era un
chulo abusador. A su mujer le decían: "La Apache". Era
prostituta y borracha y se fajaba con él.

__¿Y tu abuela nunca tuvo problemas con
ella?

__Que yo sepa, no. La pobre tuvo una vida muy dura. A mi
abuelo lo mataron en una bronca en la esquina de Consulado y
Virtudes. En ese lugar las broncas eran muy frecuentes y
violentas, según le contó ella a mi
madre.

Richard escuchaba y a la vez asentía con su
cabeza. Muchas de las historias de San Isidro y sus casas llenas
de prostitutas él las conocía. Qué habanero
no conocía eso.

__Mi abuelo era mucho mayor que ella. Bueno…eso
no es impedimento alguno.

Después que lo dijo se dio cuenta que ese era
también su caso. La edad de Richard era casi el doble de
la suya.

__Eso no importa, cariño. Muchas mujeres famosas
se casaron o tuvieron relaciones con hombres mayores que ellas.
Hay muchas, incluso artistas de mucha fama. La misma Sarita
Montiel, sedujo al director de cine Anthony Mann que era mucho
mayor que ella. Anthony se volvió loco con
Sarita.

__Es una de mis favoritas, pero no sabía eso. He
visto varias veces sus películas "El Último
Cuplé" y "La Violetera". En Agosto, cuando vino a Cuba,
fui al Teatro Blanquita y la vi. Me fascinó.

Richard miró su reloj, eran las dos de la
madrugada. Las horas fueron pasando inadvertidas. Ocurría
siempre que se encontraban.

Sintieron sueño. El la invitó a dormir lo
que quedaba de la de la noche y ella aceptó. Instantes
después estaban totalmente rendidos. En ambos vasos
quedó Carta Bacardí.

En el aparato de radio Rca-Victor se escuchaba ese bello
instrumental de Glenn Miller: "In the Mood" que, desde luego,
ellos no pudieron escuchar.

6

Era cuatro de Diciembre; día de Santa
Bárbara, día de Changó. Como toda fecha
importante para los creyentes, era festejada como se hacía
el día de La Caridad, el 8 de septiembre; el Nacimiento de
Cristo el 25 de diciembre, el día de San Lázaro, el
17 y muchas más. Cada Santo tiene su día, sin
embargo Dios no tiene cumpleaños.

La gente, en esas conmemoraciones, se encomendaba a los
Santos y le manifestaban sus ansiedades y desgracias; sus anhelos
y esperanzas y alguna que otra petición sobre
amoríos frustrados, dinero o la cura de
enfermedades.

Los cubanos tenían mucha sed; pero no de agua, ni
Coca-Cola, ni cerveza bien fría. La sed era de
tranquilidad, seguridad y paz. La guerra actual tenía a
todos cansados y estresados. Los muertos aumentaban y los lutos
estaban de moda. Las noticias no era nada halagüeñas
y todos calculaban que las pascuas y las navidades venideras
peligraban.

A pesar de todo, la Habana estaba tranquila. La vida
marchaba en aparente calma. Los Clubes funcionaban como siempre.
En los traganíqueles de los bares y cantinas la gente
tomaba y escuchaba los boleros de moda, las tiendas estaban
abarrotadas de personas comprando regalos para fin de año
o ropas invernales. Desde luego; los petardos, los tiroteos y las
detenciones continuaban.

En Tropicana: "Paraíso bajo las Estrellas", los
espectáculos se celebraban como siempre. En las calles y
avenidas cientos de vehículos viejos, nuevos, lujosos o
no, iban y venían como de costumbre. Las prostitutas,
vestidas provocadoramente, pululaban por las esquinas en busca de
clientes. Los caza fortunas u objetos de valor jugaban al bingo.
Allí podían ganarse un Chevrolet Impala del 59. La
cantante israelí Hanna Haaroni cantaba su CubaLipso, que
gustó mucho, ajena a todo cuanto ocurría en el
escenario político en su lejana tierra natal y en la que
actuaba.

En los casinos, propiedad de los mafiosos con los que
Batista, el Chief de Banes, había hecho muy buenos
negocios se jugaban miles y millones.

Meyer Lanski controlaba los mismos en el Havana Riviera,
Charles Tourini y Nicolás Di Constanzo los de hotel Capri,
y Santos Traficante, los salónes de juegos del hotel
Deauville, Sans Sousi y Sevilla Biltmore. Habían
convertido a la Habana en el Montearlo del Caribe.

Era cuatro de Diciembre, Día de Changó. La
noche anterior en muchos lugares de la Habana se escucharon los
toques de tambores y se celebró la espera de la llegada
del día de la Santa, con ceremonias donde se tranzaban
muchos espítirus entre ellos los de Bárbara. Por lo
general ¨bajaba¨ a media noche.

Los que no simpatizan con tales ritos y los consideran
diabólicos, les parece una locura que esos médium
pudieran tranzar el espíritu de Santa Bárbara en
todos los Bembés cubanos al mismo tiempo. Casi siempre a
los doce de la noche. Ellos sólo creen en la omnipresencia
de Dios.

A muchos jerarcas les gustaba "darse gajazos" y
acudían ante algún anfitrión de esas fiestas
espirituales en horas y lugares discretos ese día. Iban
con el fin de que los despojaran y les dijeran _previa consulta
con un muerto_ cómo andaba su suerte y qué destino
le deparaba la situación política actual en la Isla
caribeña.

A Fulgencio, el Chief, el General, el capricorniano
Presidente, le gustaban los sonidos de los tambores de
Changó. En cierta ocasión dijo ante un grupo de
amigos que ¨ ese era su Oricha preferido¨.

Cuentan que, al Sargento devenido en General, no le
preocupaba mucho su seguridad personal ya que él aseguraba
estar protegido por "La Luz de Yara".

Se creía dueño del Palacio Presidencial.
No concebía que otro cubano como él gobernara desde
allí, Para eso ordenó preparar un "trabajito
espiritual" a Chano Betongo, y lo puso en una de las escaleras
del Palacio Presidencial. Bueno, todo pareció indicar que
tal conjuro le había dado ciertos resultados pues cuando
el asalto al palacio Manzanita _ José Antonio
Hechavarría_ y su grupo no tuvieron la suerte de empatarse
con él. Batista salió con vida ese trágico
trece de Marzo.

En la Habana, como en el resto del País, a muchos
les atormentaba la posible caída de Batista. A otros los
desvelaba el que uno de sus hijos, hermanos o padre, cayera en el
próximo combate. La consigna de unos era preservar al
General, y de otros, lograr la mágica resurrección
de la libertad. Para unos era una terrible pesadilla; pera otros,
un añorado sueño.

Los "Bembés¨ no son otra cosa que la
celebración del cumpleaños de la Santa, de
Changó. Se arregla el altar, se viste a la Santa con una
lujosa capa y se le ponen flores, tabacos, ron, dulces, velas
encendidas etc.

En la ceremonia, se tocan tambores, se cantan plegarias,
se brinda ron o aguardiente, dulces de varios tipos y comidas. Al
filo de las doce de la noche, el anfitrión generalmente,
vestido con vestimentas muchas veces hechas de saco de yute,
tranza –según él- el espíritu de Santa
Bárbara. La gente le hace coro y piden; se santiguan y
rinden honores a ella a través del médium.
Después que la Santa se despide todo continúa hasta
el amanecer.

Cristina, en compañía de su amiga la Mora,
fue a casa de Justino, en Guanabacoa para participar en los
rituales de ese día. Llevaron varias velas, las
encendieron y luego las pusieron a los pies de la Santa en el
lujoso altar. Cristina y Sara fueron santiguadas por el mulato
Justino.

En una de las esquinas de la sala estaba sentada una
mujer de unos treinta años. Delgada; de pelo muy negro y
trenzado y ojos claros que se habían clavado en la figura
de Cristina y se movían al compás de sus
movimientos.

Los ojos de la mujer seguían a Cristina a un lado
a otro. La Mora se dió cuenta y no dejó de observar
a la enigmática mujer. Se acercó a su amiga y le
comentó lo que estaba sucediendo.

Cristina la observó con disimulo. Pudo comprobar
que algo extraño le estaba sucediendo a aquella mujer con
ella. Se acercó a Justino y se lo contó. El mulato
palero le señaló que se trataba de Maya, una buena
médium que visitaba su casa asiduamente, y que en muchas
ocasiones laboraba con él en rituales espiritistas.
Cristina volvió a donde la Mora y le
contó.

Luego Cristina se viró hacia Maya y se le
acercó.

_¿Usted, quiere decirme algo?

__Tengo mucho que decirle, pero esperemos que esta gente
se marchen. Presiento que van a suceder cosas._lo dijo casi en
susurro.

_¿Qué cosas?__preguntó Cristina
medio asustada.

La mujer comprendió que debía suavizar la
situación.

_No se asuste…

__Cristina, me llamo Cristina.

__No se asuste Cristina. Son cosas de Dios…y de los
buenos espíritus.

La incertidumbre se apoderó de Cristina. En una
butaca vacía que estaba al lado del asiento que ocupaba la
mujer, se sentó.

__Me llamo María, pero me dicen Maya. Todos
aquí me conocen por ese apodo. Esperemos a que todos se
vayan y hagamos lo que me indican.

Conversaron un rato más. Los visitantes de
Justino se fueron marchando. Solo quedaron el anfitrión,
la Mora, Maya y Cristina. Justino cerró la puerta
principal de la casa por indicaciones de la
médium.

El intuyó que algo espiritual muy especial iba a
suceder.

__¿Maya, por qué me mirabas
insistentemente?_le preguntó Cristina ahora
amigablemente.

__Había alguien al lado tuyo que no te
perdía ni pies ni pisadas.

__Yo no veía a nadie detrás de
Cristina.__comentó la Mora.

Justino estaba muy atento a lo todo, pero en
silencio.

__No podías verlo. No tienes los dones que hacen
falta para ver esas cosas. Para eso tienes que
médium.

__Entonces…__la Mora creyó descubrir el
asunto.

Maya comenzó a describir lo que le
sucedió.

__Aquí hay un hombre barbudo; vestido como de
guardia, pero no amarillo, sino más bien verde oscuro,
sucio y con una boina puesta sobre su cabellera larga recogida en
una cola que le llega más debajo de los
hombros.

__!Un Mau-Mau! ¡Cristina, es un
Mau-Mau!__exclamó la Mora y sus ojos se abrieron
desmesuradamente.

Justino sonrió.

_No era una persona, sino un espíritu._le dijo a
las dos.

Maya se puso de pie y luego Cristina. Justino les hizo
compañía. La médium inclinó su cabeza
hacia abajo unos instantes y luego hacia arriba. Sus ojos se
mantenían cerrados. Estiró sus brazos a ambos lados
del cuerpo y luego sus dedos. Un ligero temblor las movía
interrumpidamente.

Como si le hubieran aplicado un fuerte corrientazo, su
cuerpo se sacudió y al mismo tiempo emitió un
sonido gutural, profundo. Primero sintió
escalofríos, luego un cosquilleo en la nuca que se
desplazó a sus brazos y después sintió un
calor intenso. Estaba erizada. Sintió con fuerza la
presencia del espíritu que había visto junto a
Cristina. De golpe, la frecuencia vibratoria del visitante
envolvió los sentidos de Maya que suspiraba, respiraba
profundo y sin control de su cuerpo y su mente. Estaba en
trance.

Suspiró varias veces antes de hablar lo cual hizo
asintiendo con su cabeza.

__! Buenos días, Hermanos!_dijo la médium
jadeando y con la barbilla casi pegada a su pecho.

__Buenos días._ contestaron a coro Cristina, la
Mora y Justino.

__! Esa luz!…esa luz intensa…_suspiró_
que penetra dentro de mi.

Maya levantó la cabeza. Se tambaleaba. A Cristina
y a la Mora les parecía que iba a caer al suelo. En el
rostro de la médium había un semblante
extraño, como matizado por la fuerte corriente espiritual
que la embargaba.

_He venido de lejos a la tierra…como un ave
cansada de volar…__asentía con la
cabeza.

_¿A que vienes un día como hoy,
Hermano?_preguntó el palero de Guanabacoa.

__Quiero decir muchas cosas…sobre todo a
ella…__dijo Maya, levantó su mano derecha e
indicó a Cristina.

De nuevo el cuerpo de la médium se
estremeció y suspiró profundo.

__Fue allá en el monte, en
Oriente…estábamos en un combate violento. Era una
dura pelea…_Maya resollaba con fuerza_ yo solo vi salir la
llama del cañón que me apuntaba. Mi cabeza se
estremeció y la vida salió de mi cuerpo.

Maya jadeaba y se estremecía aun más.
Ellas estaban pasmadas.

__Dios te de luz, espíritu.__dijo Justino.
Cristina y la Mora lo imitaron.

_Yo me veía sangrando por mi cabeza…
después que terminó el combate vi lo que hicieron
con mi cuerpo. Al principio no comprendía nada, no
sabía nada…hoy todo es diferente,
Hermanos.

_Así es._dijo Justino_¿Qué
pasó luego ? ¿Por qué estás
aquí?

_Mi cuerpo lo enterraron debajo de un jagüey
inmenso…_la médium suspiraba y
gemía.

Por unos instantes se hizo un silencio sepulcral. Maya
caminó, como si estuviera dormida, hacia donde estaba
Cristina y levantó sus dos manos en señal de que
ésta debía tomarla con las suyas y ella lo
hizo.

__Mi hija…tienes a mi hija…._ahora Maya_ o
el espíritu_ gemía y resollaba con más
fuerza.

Los tres se estremecieron cuando escucharon las palabras
de Maya, que eran las del ser tranzado por ella. A Cristina se
hizo un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de
lágrimas. En ese instante recordó las palabras que
un día le dijo Adolfo, el amigo de Richard sobre la
paternidad de la niña. Entonces, el gordo le había
dicho que a lo mejor el padre de la criatura era uno de los
¨mau.mau¨.

Cristina fue a decir algo, pero…

_No digas nada ahora. Conozco tu alma…nosotros,
los espíritus, sabemos muchas cosas.

Cristina lloró. Estaba anonadada. Lo que
sentía en aquellos momentos era difícil de precisar
y mucho menos de describir.

_Tú serás una buena madre. Tú lo
serás. Sobre la otra…__ la médium
sonrió extraño_ hay otra de la que no voy a
hablar.

Ellos se quedaron absortos. No sabían de quien
hablaba aquella entidad espiritual mediante Maya, pero optaron
por no hablar del asunto.

Maya habló de nuevo:

__Cuídala, buena mujer.

__Así lo haré, pero dime algo de su madre.
¿Quién es?

__De nada vale saberlo.

Maya suspiró dos o tres veces. En su rostro se
vio reflejado el agotamiento producido por el trance.

__Su hermano mayor, ese…es malo, policía
cobarde… asesino…cogió a la niña
y…lo demás tú lo sabes, Hermana.

_¿Dónde está ella, su madre
?__preguntó la Mora.

__Muy lejos…cruzó los mares y está
muy lejos. Todos se fueron…se fueron.

Los tres captaron el mensaje. Al parecer se la
habían llevado a los Estados Unidos.

Maya estuvo unos instantes en silencio.

__¿ Algo más, hermano
¿_preguntó Justino.

__No. Ya me retiro, Hermanos. Que Dios los bendiga a
todos…y a ti,_se dirigió a Cristina _ no te
abandonaré nunca.

Cristina sollozando se dirigió a la
médium.

_La cuidaré como si la hubiera parido. Te lo
prometo.

_ Adiós, Hermanos.

Maya soltó las manos de Cristina y se
estremeció de nuevo. Luego se frotó una y otra vez
su cuello. Volvió a tomar las riendas de su mente. Estaba
extenuada. Charlaron unos minutos sobre lo sucedido y luego se
despidieron. Cristina le dio las gracias por lo que había
hecho y retornaron a Marianao.

Por el camino Cristina apenas emitió palabra
alguna. Ya en la casa, se lo contó todo a Richard que se
sorprendió por lo sucedido en casa de Justino, aunque
él no creía mucho en esas cosas del más
allá. Cristina estaba visiblemente afectada y él
optó por no hablar más del asunto. Luego
vendrían las explicaciones necesarias

.

7

Lunes, 8 de diciembre del 58. En un abrir y cerrar de
ojos, las grandes tiendas y pequeños comercios de la
capital y todo el país, e incluso la más remotas en
campos y pequeños pueblos, estaban repletas de frutas,
dulces y vinos para ser consumidos en los días
navideños.

De España, preferentemente, habían llegado
las olorosas y rojizas manzanas, las pulposas y
sabrosísimas peras, uvas en ramilletes atractivos y
tentadores; grandes, jugosas, moradas. Nueces, avellanas, higos,
etc. Dulces finos y muy sabrosos como la Jijona, hecha de
almendros; Turrón de Alicante, _duro pero sabroso_, el
amarillento Turrón de Yema, Membrillo, la
cubanísima Jalea de guayaba y otros.

En cualquiera de esos establecimientos había los
mejores quesos. A la gente le gustaba mucho los amarillos
holandeses con los que se acompañaban los dulces. Los
anaqueles estaban repletos de vinos nacionales y extranjeros de
varios tipos: tintos, dulce, blanco, seco etc. Bebidas de un
sinnúmero de marcas: Bacardí, Pedro Domec, Felipe
II, Matusalén, Aguardiente ¨Cinco Años¨,
Cidras, ¨ El Gaitero¨, muchas más.

De no haber todo lo mencionado, las Navidades no
tenían sentido. Las vidrieras de los establecimientos se
vestían de gala con esos productos que recreaban la vista,
el olfato y el paladar.

Las jugueterías se preparaban para los venideros
Reyes magos el seis de enero. Muchas de las grandes tiendas por
departamentos de la Capital ya estaban abarrotadas de juguetes de
todo tipo, sobre todo en el cuarto piso de Encanto. Eso mismo
sucedía en el interior del país.

Diciembre era el mes de hacer las compras de regalos
navideños o ropas de invierno. Muestras de estas estaban
expuestas en los maniquís de las vidrieras.
Finísimos chales, vestidos, estolas de pieles de zorro
negro y blanco, zapatos y artículos rebajados de precios.
Eran días en que las ventas y las utilidades de esos
comercios subían extraordinariamente.

Navidades implicaba compras de arbolitos y sus adornos.
Escarcha artificial; bombillitas en colores, algodón para
simular la nieve, figuras de yeso como ovejitas, personas, reyes
magos etc. Los que no podían comprar los arbolitos de
navidad-hechos al estilo de la naturaleza de los bosques
norteamericanos- los hacían con gajos de pino, los que
eran adornados con algunas de las mismas cosas que se adornaban
los comprados en las tiendas.

Lo de la escarcha y las motas de algodón
simulando un clima que en nada se parecía al cubano; era
algo insólito pero gustaba y cuando se hacía no se
reparaba en eso. Lo que la gente tenía en mente era
Galilea y el Niño Jesús, la Nochebuena y el
lechón asado.

Diciembre es considerado siempre el mes más
alegre del año. Sin embargo, a pesar de todo, ese
diciembre no era como los demás. Había guerra,
sueños y anhelos en riesgos y sufrimientos en los cubanos.
De todas maneras los acontecimientos de las tradiciones
navidades, que alegraban el alma, eran celebrados por mucha
gente. Era una tradición obligada. Al entusiasmo
navideño había que darle rienda suelta casi por
obligación. Eran días muy lindos; llenos de
ensueños y alegrías.

Ese día en la mañana partía
Cristina en compañía de Charito, Ricardito_hijo
menor de Richard_ y Ernesto su suegro, para Oriente. Richard y
Mónica quedaban en la casa atendidos por
Alicia.

El Ford azul de Richard fue habilitado, y una vez
llevados los equipajes para el mismo, vino lo de la
despedía.

En la sala, Richard llamó a su sobrino Frank y le
entregó un documento muy importante.

__Mira, Frank, ese papel está hecho por el
Coronel Ventura. En el interior las cosas están muy malas.
Esos barbudos han tomado pueblos y la guardia rural tiene bien
vigiladas las carreteras y caminos. En caso de que la guardia
rural te ordene detener el carro parar para hacerles algún
registro, tú le enseñas ésto. Esos bandidos
están quemando los vehículos que circulan por las
carreteras. Ojalá no se metan con ustedes.

Richard mismo lo dobló y se lo puso en uno de los
bolsillos de su camisa.

__Tienes que esconderlo bien en el carro. Si los alzados
esos te paran y te registran no lo pueden encontrar. Cuando
llegues al puerto de Gibara se lo enseñas al Cabo
Pérez para que él les de protección. Mejor
lo hago yo._dijo y cogió el papel de nuevo.

Richard salió y fue hasta el carro, se introdujo
en el mismo y escondió el documento. Luego
retornó.

_¿Dónde lo escondió,
tío?

__En el espejo retrovisor. Lo escondí bien.
Tienes que quitarle la parte plástica que lo protege.
Luego lo colocas de nuevo. Es fácil ya que el soporte
está medio flojo.

__ ¿Tío, si la guardia rural me quiere
recoger el papel, se lo entrego?

__No. Tú le dices que a lo mejor te vuelven a
registrar y tienes que enseñarlo de nuevo. Y si te hacen
hincapié, le dices que el coronel Ventura te dijo que no
lo entregara. Sólo se lo entregas al Cabo
Pérez.

__Así lo haré, no te preocupes.

Ricardito fue hasta donde estaba su papá y le
sentó en las piernas.

_Papi, te voy a extrañar mucho. ¿Por
qué no vas con nosotros?—le preguntó el
niño abrazado al cuello de su padre.

__No puedo ir ahora, Riqui.__así le
decía__Dentro de unos días yo voy por allá.
Quizás vaya para Nochebuena.

__Dice mamá que allá hay caballos y me van
a enseñar a montar en ellos. ¡Qué rico!_dijo
con alegría y palmeteó.

__Pero tienes que tener mucho cuidado. Además
pórtate bien y sobre todo hazle caso a Cristina. Tú
verás que allá la vas a pasar muy bien._dijo
Richard y lo beso en el rostro.

_Mi hermana dice que a ella no le gusta Oriente, que eso
es para los guajiros.

_No le hagas caso a Mónica. Seguro que ella te lo
dijo en jaranas.

El ladeó su cabecita, sonrió y no
comentó nada más sobre el asunto.

El ruido de un auto se dejó escuchar y era el de
Adolfo. Instantes después él y la Mora ya estaban
en la sala. La Mora saludó a Richard con un beso en la
mejilla.

_! No podía dejar de verlos antes de que se
fueran! Cristina, tú no sabes lo que he tenido que
soportarle al gordo pegajoso éste por el camino.__dijo y
luego indagó sobre la niña.

_Richard, esta mujercita no tiene arreglos. La busco a
su casa, la traigo para acá y mira lo que dice. Bueno
bríndame un trago, mi hermano._le dijo a
Richard.

_Te estás al buscar un problema serio con la
Mora, Adolfo. Déjala tranquila. _dijo Richard y le
llenó una copa de licor que al instante desapareció
en la boca de su amigo.

_¿Dónde está Cristina
?_preguntó la Mora.

__Está en su cuarto con Charito.

Salió rumbo a la habitación de la
niña.

Richard fue hasta el comedor, cogió una botella
de Carta Blanca Bacardí y llenó las
copas.

__Ya le di el papel a Frank y le expliqué bien
qué debe hacer.

Después de chupar el largo tabaco, Adolfo
habló del asunto no sin antes expeler el humo que
invadió todo el ambiente.

_Con ese papel de Ventura, no van a tener problemas.
Ahora si los Mau-Mau los paran y los registran…bueno que
inventen algún problemas familiar. Esos bandidos no creen
en nadie. Si el ejército no se pone duro…no se sabe
lo que pueda pasar. _dijo Adolfo y se llevó de nuevo la
copa a la boca. Tras la o carnosa formada por sus labios,
todavía húmedos por el ron, vino lo del o del humo
del tabaco.

_Yo no quería que Cristina fuera ahora, sino que
lo dejara para el año que viene, pero no la pude
convencer. Ellos iban a venir para acá, pero como las
cosas están tan malas, suspendieron el viaje.

_La cosa no está como para andar por las
carreteras. Esos comunistas han quemado guaguas; camiones, autos,
lo que se le ponga en el medio. ¡Hijos de perra!__lo dijo
con todo el desprecio que sentía por los alzados de
Fidel.

_.Por allá por Oriente han tomado muchos
cuarteles y pueblos. Al menos eso dice esa estación de
radio nombrada "Radio Rebelde", según me contaron.__dijo
Richard.

Adolfo llenó de nuevo su copa y empinó el
codo. El licor rodó raudo por su garganta dejando
detrás el agradable sabor característico de la
Carta Bacardí.

__Ha habido muchos muertos de ambas partes. El
día cinco, me contó Ventura, que atacaron el
cuartel de la guardia rural de la Maya. A pesar de los refuerzos
que le llegaron de Guantánamo y el bombardeo de la
aviación del ejército, los guardias fueron
derrotados. Ayer asaltaron el cuartel de San Luís. Cuando
la cosa se puso mala, los soldados del ejército solo
pudieron conservar el aserrío y la estación del
ferrocarril, pero lograron tomar el aserrío.

_¿Y no pudieron ayudarlos?

_Situaron rebeldes en los lugares por donde
podían llegarles los refuerzos y no se pudo hacer nada.
¡Son unos desgraciados!__dijo Adolfo y volvió a
tomar de su copa. La bocanada de humo salió por entre sus
labios húmedos por el licor.

__ ¿Ya sabes lo de Alberto?

__Richard, me contaron algo. Yo le dije a él que
esa mujer no me gustaba. Además es muy alegrona. Dicen que
anda buscándola por toda la Habana para
arrancársela y no la ha podido encontrar._dijo Adolfo y
sonrió.

_Ese primo mío no tiene suerte. Ya van dos veces
que pegan los cuernos. Yo siendo él…

__Richard, me imagino cómo debe sentirse porque
él estaba muy enamorado de ella. No se puede negar que es
muy linda. Esa cabrona está
buenísima.__sonrió.

_Luego iré por su casa, aunque me han dicho que
se ha tirado a la bebida. Lo han visto borracho en los aires
libres frente al Capitolio y en otros bares. Si le dio por
eso…

__El es mi amigo, pero un hombre de verdad no puede
tener esas debilidades. ¡Si se le fue, que busque otra! De
eso no se muere nadie. Lo más que puede pasar es que un
día la perdone y se quede tarrú._dijo Adolfo y
sonrió. Al gordito se le había olvidado lo del
enamoramiento de Ventura con su esposa y que él supo y
otorgó.

_Bueno…_Richard se detuvo pues Cristina, la Mora
y Ricardito venían ya con los equipajes. Charito
venía en los brazos de la Mora. Ernesto y Frank
habían ido para el carro.

Charito estaba muy linda con su batica rosada, una cinta
también del mismo color atada en su cabecito pelona;
medias bordadas en blanco y su azabache negro como el
ébano prendido en la tela. Miraba a todas partes,
movía sus manitas y pies como queriendo expresar que
estaba contenta porque iba a pasear.

Su presencia en la comitiva estimulaba el entusiasmo de
todos. Todavía en su alma no anidan los sueños, las
alegrías ni las tristezas. Su único lenguaje es el
llanto y el movimiento de sus extremidades. A pesar de todo hay
gestos en los niños que los mayores interpretan de muchas
maneras y algunos suelen equivocarse.

_Tú verás, Cristina, que te vas a sentir
bien por allá entre los tuyos. Cuídame mucho a los
muchachos.__dijo Richard y la besó en el
rostro.

_Tú sabes, Richard, que el mejor lugar del mundo
para mi es esta casa. De corazón te lo digo. __Cristina le
besó los labios.

Mónica no estaba en casa. Todos salieron y fueron
hasta el auto. Ricardito se abrazó a su padre, ambos se
besaron con ternura, luego lo hizo con Alicia, y con mucha
alegría, subió a la parte trasera del carro.
Cristina hizo lo mismo. Besó a la Mora y a Adolfo y por
último se abrazó de Alicia.

_Cuídame mucho a Richard. Vendremos en los
primeros días de Enero. En ambas los ojos estaban
humedecidos.

_No te preocupes, _Cristina. Todo saldrá bien.
Que tengan buen viaje y vengan pronto. Lo voy a extrañar
mucho.

_Cristina, en cuanto llegues me llamas por
teléfono._le indicó Richard.

_Así lo haré; si se puede.

Tras las frases de despedida el auto se puso en marcha y
por las ventanillas se agitaron las manos en señal de
adiós.

Adolfo, Alicia, la Mora y Richard retornaron al interior
de la casa. Alicia fue hasta la cocina y los dos hombres se
quedaron en la sala charlando y tomándose los tragos de
Carta Bacardí.

__Bueno. Yo me voy. Se me está haciendo tarde,
Richard._dijo la Mora.

_No te vayas, Morita, yo te llevo. Vamos a tomarnos unos
traguitos para ver si te alegras y…_dijo Adolfo con
picardía.

__Déjate de babocerías, gordo pesado. Yo
me voy en guagua. Al menos el guaguero no se meterá
conmigo.

La Mora miró al gordo cari redondo de soslayo con
esas miradas que insultan sin decir palabra alguna.

_! Que mujer más complicada, Richard!

_Tú la conoces a fondo y sabes que no tolera esas
jaranas.

_No tuvo un marido que la domara._dijo Adolfo
mirándola de soslayo. Ella no ripostó.

__Quédate a comer con nosotros, Mora._dijo el
doctor.

__No, gracias, debo marcharme.__sacó un espejito
de su cartera de piel negra y se retocó. El espejo le
devolvió su imagen ahora más atractiva._Bueno,
hasta luego.

La Mora se despidió y se
marchó.

__Adolfo no te vayas, te invito.__dijo Richard y
miró su reloj._ya son las tres de la tarde. Menos mal que
ellos llevaron comida para el viaje. Pienso que deben llegar a
Oriente mañana en la mañana. Aunque se van a
detener en Santa Clara en casa de mi hermana, la madre de
Frank.

__Si, es casi seguro que lleguen por la mañana,
si no hay contratiempos.

__¿Te quedarás a comer conmigo?

__Está bien, te acompañaré.
¿Cuál es el menú?

_Algo que a ti te gusta mucho. Además Alicia es
una experta en eso. Nada más y nada menos que
Soufflé de queso y pescado con salsa de naranja.
Además hay una buena ensalada y postre. Así que no
te lo pierdas.

_! Jamás me lo perdería! ¡Ese es mi
plato favorito! Que sorpresa, mi hermano—dijo Adolfo
entusiasmado.

Richard fue hasta el tocadiscos y puso un disco de
Orlando Contreras. En cuanto la aguja surcó el acetato los
boleros invadieron la casa.

_Vas a extrañar mucho a Cristina y los muchachos,
Richard. Aunque ahora tienes oportunidad de ver lo otro cuando
quieras. Estás libre.

Richard lo miró y sonrió.

_Cristina es una gran mujer. Se ha portado muy bien
conmigo.Tengo mucho que agradecerle y siento mucho cariño
por ella. Zulema es otra cosa. Con ella también tengo
deudas de gratitud. Son cosas muy diferentes.

__Esa bailarina es muy bonita. La otra noche la vi en la
televisión…eso es mucho para ti, Richard.__Adolfo
sonrió y de nuevo llevó la copa a su
boca.

_No digas eso. En realidad es muy linda. Cuando miro a
sus ojos, me hace pensar que es la mujer mas linda del
mundo._suspiró.

Estaba muy enamorado de Zulema desde que la
conoció. Recostó la cabeza al respaldar del
butacón y su mirada estuvo perdida unos
instantes.

Volvió a la realidad.

__Cristina fue mi esposa, pero no nos entendimos, Zulema
es el fuego, la pasión, el desinterés y la ternura.
Siempre he pensado que será la última mujer elegida
por mí. Estoy seguro que el amor que siento por ella no es
una mera ilusión. _dijo Richard.

_Siempre que no te pase como a tu
primo…

Adolfo se había referido al primo de Richard que
su mujer lo había traicionado.

__ Zulema es fiel. Te lo aseguro.

Lo dijo con absoluta confianza. Lo dicho por él
estaba respaldado por la conducta de la bailarina en los dos
años y medio que hacía que estaban juntos.
Jamás Zulema trató de lucrar con esa
relación. Su amor por el era limpio, desinteresado y sobre
todo lo hacía con toda su soberana voluntad.

Charlaron un rato más. La hora de la comida
llegó y ambos arrimaron a la mesa. El soufflé de
pescado quedó exquisito y Adolfo comió
opíparamente. Se olvidó de sus trastornos
estomacales.

Después de comida Adolfo se retiró en su
carro. Quiso llevar a Alicia hasta su casa, pero ésta lo
rechazó. Sabía que por el camino tendría que
soportar los enamoramientos del gordo y optó por no pasar
esos malos momentos. Adolfo no desperdiciaba los momentos en que
pudiera meterle mano a la empleada de Richard. Le gustaba aquella
fruta, que para él, nunca había estado ni
estaría madura.

8

Richard había ido a casa de Zulema a buscarla
para dar un paseo y luego comer en un restaurante del Vedado.
Salían de noche muchas veces e iban a varios centros
nocturnos como el Montmartre; La Zorra y el Cuervo, La Roca, El
Capri, Tropicana etc.

Mientras ella se vestía, él ojeaba una
revista Bohemia donde había algunos reportajes de hechos
ocurridos en Oriente y otras provincias relacionados con la
guerra. Zulema salió de su habitación y
modeló frente a él. Tenía un aire
encantador.

__¿Qué te parece,
cariño?

_ Te ves muy linda con ese vestido negro._dijo él
admirado por la belleza de su bailarina.

El vestido negro brillante; su pelo suelto y su cara
cuidadosamente maquillada la hacían lucir más
hermosa que de costumbre. En ella la belleza artificial y natural
se conjugaban con mucha exactitud. Pero sin dudas la natural se
imponía.

Su mariposita de veinticuatro años ya estaba
lista para salir.

__Tú te vez muy elegante con ese traje azul
oscuro. Te queda muy bien. Eres un hombre muy interesante,
Riqui._se le acercó y le dio un ligero beso en los
labios.

_Cuando quieras nos marchamos, Zuly.

__Si hoy día trece, en vez de ser sábado
fuera martes, no salía de mi casa. Así que puedes
llevarme a donde quieras._comentó ella retocándose
el maquillaje de la nariz.

Richard sonrió.

__No sabía que fueras supersticiosa.

__Hay mucha gente que no cree en eso, pero yo si. Mi
mamá me ha contado muchas cosas malas que han ocurrido los
martes trece. Dicen que el trece es un número de mal
agüero.__lo dijo de manera muy simpática,

__No creas en esas tonterías, Zuly.

__Pues mira, hay muchas personas importantes que creen
es eso. Sobre todo hay artistas que le han ocurrido cosas los
días trece, o con el número trece. En Radiocentro
me han contado de varios de ellos que han tenido experiencias con
eso. Y no solo con lo del trece, sino con otras cosas
más.

__Esas son ideas supersticiosas. A lo mejor…
casualidades. Cuéntame.

__Mira, el actor Jorge Félix antes de entrar en
cámara rompe el libreto y dice que con eso le asegura el
éxito. Carlos Paulín hace lo contrario porque si no
lo hace dice que se le olvida aunque se lo haya aprendido de
memoria. Lo de Agustín Campos si es tremendo, mi
cielo.

__¿Qué ?__Richard no dejaba de
reír.

__Agustín no se atreve a mencionar el nombre de
ningún reptil. Eso él no lo hace por nada de este
mundo. Ni aunque se lo escriban en el libreto que esté
trabajando. Prefiere buscarse un problema.

A Richard aquello le pareció lo más
extravagante del mundo. Pero le gustaba escucharlo de sus labios.
Disfrutaba sus narraciones llenas de ingenuidad.

__He sabido de personas, Zuly, que dicen que no usan
ciertas marcas de perfumes porque dan mala suerte, otros dicen lo
contrario. Nada, ideas que se hacen. El perfume no tiene nada que
ver con el destino de las personas.

Zulema continuó con su relato.

__María de los Ángeles Santana, la gran
actriz que tú conoces, tiene tremendo lío con el
número trece. Aunque a ella le favoreció. Usaba una
cadena con un dije de brillantes en forma de trece. Cuando fue a
España y triunfó casi siempre le había
tocado las habitaciones número trece, o los camerinos con
ese número. ¿Qué te parece?

__Son casualidades. Mira, no hagas más cuentos y
vámonos que se nos hace tarde.

Zulema terminó sus retoques, cogió su
cartera de piel y su abrigo y ambos salieron hacia el carro.
Momentos después el auto se deslizaba por el pavimento
rumbo al Vedado.

El viento era frío y perezoso. Las escasas nubes
a penas visibles desde cualquier punto de la ciudad bordeaban el
horizonte. Estaban estáticas, como congeladas.

En compañía de Zulema, el doctor se
sentía a gusto, sosegado. Su amor por ella había
echado fuertes raíces en su corazón. En las
apariencias de ambos se notaban sus sentimientos. Con sus
miradas; con palabras cariñosas, el roce de la piel y la
caricia más leve les era imposible controlar la
explosión de la pasión. Ella a veces suspiraba
profundo como expresando lo intenso de sus sentimientos hacia
él. Richard también lo hacía cuando aspiraba
el delicioso perfume de su cuerpo.

Por fin llegaron al restaurante "El Monseñor" y
se sentaron. El Capitán del salón se acercó,
saludó cortésmente y le entregó la carta
menú. Luego, uno de los sirvientes fue a la mesa y
llenó los vasos con agua fría. Richard leyó
la carta y escogió su menú. Luego fue a
dársela ella, pero no la quiso.

__Pídeme lo que tú pediste. Yo no quiero
cerveza, mejor un daiquiri.

__Como quieras, cariño.

El encargado de hacerlo tomó notas y
salió. El ambiente era exquisito.Un trío de
reconocido prestigio amenizaba con canciones que hacían
recordar y soñar. Momentos después el sirviente
apareció con parte de la comida. Luego completó el
menú pedido.

Mientras comían escuchaban canciones
románticas entre ellas: "Nosotros", del autor
pinareño Pedrito Junco.

Los acordes de las guitarras, magistralmente rasgadas,
por los músicos del trío "Los Embajadores" en esa
canción, creaban cierto bienestar espiritual y
romántico entre los comensales.

"Nosotros que nos queremos tanto,

Debemos separarnos,

no me preguntes más.

No es falta de cariño,

Te quiero con el alma,

Te juro que te adoro,

en nombre de este amor,

y por tu bien, te digo adiós…

Comían, escuchaban y se miraban a los ojos. Desde
luego, la letra no venía de acuerdo con su relación
porque en ella se hablaba de separación, lo cual era
absurdo entre ambos.

Las voces bien acopladas entonaban esa pieza musical tan
conocida sobre la que se han tejido muchas historias. Por
último se decía que Pedrito, su autor, se la
había dedicado a una monja de la cual se enamoró
locamente en los últimos tiempos de su vida. Murió
muy joven, de vientres años. Esa historia no estaba
comprobada, pero no dejaba de ser interesante. Luego se
habló de otros motivos.

Terminaron de comer. Richard pagó lo consumido y
luego salieron hasta el carro.

El aire frío obligó a Zulema a abrigarse.
El Ford azul del 57 se deslizó por algunas de las
principales vías de la capital. En la calle San Rafael,
Richard detuvo el auto para que ambos contemplaran la belleza de
las vidrieras adornadas para navidad.

El espectáculo multicolor era impresionante. Se
exhibían arbolitos de navidad; pequeños medianos,
grandes. Había uno inmenso; cuidadosamente montado. Estaba
adornado con bolas rojas, amarillas, azules y guirnaldas muy
lindas, Sobre las hojas, motas de algodón simulando copos
de nieve y muchos bombillitas pequeñas de varios colores
alumbraban desde arriba a abajo el árbol, que casi siempre
era un pino.

En la cúpula del mismo; una brillante estrella,
símbolo de la Estrella del Oriente. En la base, una
representación del nacimiento del niño
Jesús. Había una réplica del establo con
pequeñas figuritas plásticas que representaban
animales y personas. A un lado, José y María junto
al niño Jesús en el pesebre. En otro ángulo,
los tres Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar. Había
varios animalitos y cajitas que simbolizaban regalos hechos al
niño Dios.

Como se acercaba el Día de Reyes, las
jugueterías estaban engalanadas. Juguetes de todo tipo y
tamaño. Caros, baratos, mecánicos,
eléctricos etc. Muñecas de diferentes marcas y
aspecto: rubias, trigueñas, grandes, pequeñas, de
pelo lacio y encrespado, suelto o con trenzas, etc.
Muñecas había de ojos azules, negros, pardos
etc.

La juguetería "Sánchez Mola" era una de
las más vistosas y completas de la Habana. Pero estas
exhibiciones no solo eran en la capital, sino en todo el
país.

Quienes paseaban por las aceras de la capital, y se
detenían frente a estas vidrieras repletas de juguetes; en
su imaginación, olvidaban su adultez y viajaban a su
infancia muchas veces involuntariamente. Pero también los
había, que detenidos frente a ese mundo de
fantasía, preferían no recordar los años de
su niñez.

Miles de niños hacían sus carticas a los
reyes magos pidiéndole uno u otro juguete, una u otra
muñeca, y los encontraban junto a su almohada el
día de Reyes. Los había que hacían sus
cartas pero temprano en la mañana, cuando se despertaban,
no encontraban a su lado el juguete pedido. Entonces
cogían el cajón de limpiabotas y se iban por las
calles a ganarse el pan nuestro de cada día.

Sus padres tenían que escoger entre los juguetes
y el plato de comida de ese día. Otros se levantaban
temprano y se paraban en las aceras a pedir limosnas. Para estos
la fantasía y los ensueños eran cosa
prohibida.

Aun estaban parados frente a la vidriera de la
juguetería "Sánchez Mola". Richard entonces
evocó los suyos.

__Espero que Ricardito esté conmigo para Reyes. A
Charito todavía no habrá que comprarle nada. El me
dijo que le comprara un traje del Llanero Solitario; el vaquero
ese de las aventuras que trasmiten por la televisión.
Aquí no veo nada de eso._dijo observándolo
todo.

_ Eso tienes que comprarlo en el cuarto piso del
Encanto. ¿Y si no están aquí para esa
fecha?—preguntó ella.

__Entonces que Cristina lo haga. Que le compre por
allá los juguetes que él quiera. Allá
también hay jugueterías.

__Pero no es lo mismo.__dijo Zulema.

__Lo se. Sabes una cosa, extraño a la
niña, como si fuera hija mía.

__Eso es muy natural, Riqui. No me explico como la madre
se esa niña no la entregó en la Casa de
Beneficencia y Maternidad. Eso es un asilo para
huérfanos._comentó Zulema.

__No se. Esa es una buena institución. Incluso
conozco a su Director Ejecutivo y varios miembros de la Junta de
Patronos. Las Hermanas de la Caridad, trabajan con mucho amor y
desinterés con esos niños. Son mujeres muy
abnegadas, Zuly.

__Si, yo he oído hablar de ellas. ¿Y
cómo es que entregan los niños allí, Richard
?__preguntó Zulema.

__La persona que los va a entregar va por la noche hasta
uno de los costados del edificio que da a la calle
Belascoaín. Colocan el niño, con sigilo, en un
aparato que le dicen el torno y el peso de la criatura hace sonar
una campanilla que avisa a la religiosa que esté
trabajando para recogerlo.__explicó Richard-

__Es muy triste todo eso. Pero no faltan seguramente las
hijas de los ricachones que dan un mal paso, salen embarazadas y
luego sus hijos van a dar a aquel lugar para evitar "el que
dirán". Eso ha sido tema para telenovelas. –dijo
Zulema y sonrió.

__Bueno, estos casos no vienen mal porque después
comienzan a llegar dineros "donados por desconocidos" que, desde
luego, no son otros que los padres o abuelos de los recogidos.
Dejémonos de historias y vamos al carro.

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